Reflexión

Los cristales puntiagudos de tu indiferencia cortan, como rayo, mi ser de talante beligerante. Ensangrentada tengo la bilis por retorcerme entre la paciencia y el orgullo.

¿Qué tan pretencioso puede llegar a ser el destino al jactarse que, gracias a él, nos tenemos?

El tiempo se burla de mí. Porque, aun siendo pequeño, se da cuenta de esta situación.
Nuestros "seres" -como palabra palíndroma- refelejan el "yo" y el "tú" oculto en un sentido maquiavélico: leyéndose por popa y proa. Y aunque mi corazón te brinde pleitesía; el principal órgano anejo de mi sistema digestivo te odía por haberle declarado la guerra.
Eres el dulce veneno que bebo a diario. Enloqueces mi sentido del gusto maltratando mi sistema.

Me revuelves la hiel, como yo a ti, pero me haces bien, no lo dudes.

Muéstrame -de forma altruista- el camino hacia tus ojos, que yo -de la misma forma- te pagaré con un beso.